Capítulo 1: Preparativos para la Aventura: De Barcelona a Algeciras

El sol de la tarde iluminaba el taller de Carlos, donde el ruido de herramientas y motores llenaba el aire. Carlos, un hombre de mediana edad con una barba bien cuidada, estaba concentrado en ajustar los últimos detalles de su BMW 1200GS. A su lado, Juan, su amigo de toda la vida, revisaba la Yamaha Teneré 700. Juan, soltero y siempre en busca de nuevas aventuras, compartía con Carlos la emoción por el viaje que estaban a punto de emprender.

—¿Estás seguro de que no nos falta nada? —preguntó Juan mientras apretaba un tornillo.

—Creo que tenemos todo lo necesario. Herramientas, repuestos, equipo de camping... —Carlos enumeró los ítems en su mente—. Pero ya sabes, siempre habrá algo que olvidemos.

Ambos habían pasado los últimos meses planificando meticulosamente cada detalle. Inspirados por los vídeos de aventureros en YouTube, decidieron dejar atrás la comodidad de sus vidas en Barcelona para embarcarse en una travesía épica alrededor de África en moto. Sin experiencia en pilotaje fuera de carretera ni en acampada, estaban decididos a aprender sobre la marcha.

En una esquina del taller, cajas con equipamiento de camping, sacos de dormir y ropa adecuada para el clima africano esperaban ser empacadas. Habían pasado horas investigando y seleccionando cuidadosamente cada artículo, sabiendo que dependían de ellos para sobrevivir en los entornos más inhóspitos.

—La Teneré está lista —anunció Juan, cerrando la caja de herramientas con un golpe seco.

—Perfecto. Vamos a empezar a cargar todo en las motos —respondió Carlos, levantándose y estirando los músculos tensos después de horas de trabajo.

El día antes de la partida, revisaron una vez más todo el equipamiento. Aseguraron las bolsas y los repuestos en las motos, verificaron los mapas y las rutas, y se aseguraron de que sus documentos estuvieran en orden. La anticipación crecía mientras el amanecer de su gran aventura se acercaba.

Al amanecer, con las primeras luces del día, salieron de Barcelona. El ruido de los motores rompió el silencio de la mañana, y pronto estuvieron en la carretera, dejando atrás la ciudad que conocían tan bien. Sentían una mezcla de nostalgia y emoción mientras el paisaje urbano se desvanecía y las carreteras abiertas los llevaban hacia su destino inicial: Algeciras.

Durante el viaje, el viento en sus caras y el rugido constante de los motores se convirtieron en una melodía que acompañaba sus pensamientos. Hicieron paradas breves para descansar y repostar, compartiendo anécdotas y risas que aliviaban cualquier rastro de nerviosismo.

Finalmente, llegaron a Algeciras. El bullicio del puerto y el movimiento constante de viajeros y mercancías les dio la bienvenida. Con el ferry hacia Marruecos como su próximo objetivo, se registraron en un pequeño hotel cercano para pasar la noche.

Desde la ventana de su habitación, podían ver los barcos en el puerto, y la magnitud de lo que estaban a punto de emprender se hizo más real. Revisaron una última vez su itinerario y los preparativos, asegurándose de que nada se hubiera quedado atrás.

—Mañana empieza todo —dijo Carlos, alzando una cerveza para brindar.

—Por nosotros y por lo que venga —respondió Juan, chocando su botella con la de su amigo.

Esa noche, mientras intentaban dormir, sus mentes estaban llenas de imágenes de desiertos interminables, caminos polvorientos y rostros desconocidos que conocerían en su viaje. Sin saberlo, estaban a punto de embarcarse en una travesía que cambiaría sus vidas para siempre, enseñándoles lecciones que nunca habrían imaginado.

Al amanecer siguiente, se dirigieron al puerto. Las motos estaban aseguradas, los pasaportes en mano y una sensación de aventura impregnaba el aire. Al poner pie en el ferry y ver cómo la costa española se alejaba lentamente, sintieron una mezcla de ansiedad y entusiasmo.

—África, allá vamos —murmuró Carlos mientras el ferry avanzaba sobre las aguas del estrecho de Gibraltar.

El viaje había comenzado.

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